“Un día, los hombres descubrirán un alfabeto en los ojos de las calcedonias, en los pardos terciopelos de la falena, y entonces se sabrá, con asombro, que cada caracol manchado era, desde siempre, un poema”. Alejo Carpentier.

lunes, 9 de mayo de 2011

GANADOR (G). Seudónimo: M. S. QUAGMIRE. Autor: ELENA LÓPEZ SILVA

ROTATIVA ESCARCHADA

M. S. Quagmire

Admirada señorita Quagmire:
Me gustaría halagar su artículo de la semana pasada sobre los períodos de floración. Yo tengo narcisos y siempre me ha costado mucho que lucieran tan tersos como los tulipanes de la vecina de enfrente. Decía usted que los plantase en otoño para que sus raíces se fortalecieran, pero he notado que estos días las temperaturas han bajado ligeramente y me he decidido, no se me vaya a pasar la fecha. Enviaré unas fotos a la redacción en primavera.

Una jardinera modesta.

Leída Quagmire:
Lamento tener que corregir su texto introductorio de la entrevista a Duncan Kincaid. No tuvo un hijo, sino dos, con su segunda mujer. El mayor, Robert, decidió seguir los pasos de su padre y dedicarse a la fotografía, como escribió usted. El pequeño, que tampoco fue mencionado en la entrevista, es meteorólogo y está especializado en huracanes (Charles Kincaid).
Entre este grave desliz en la documentación y su minucioso artículo floral, el último número quedó un tanto flojo comparado con el fascinante ejemplar de hace dos semanas, el del reportaje sobre la arquitectura laberíntica. La animo a recuperar el ritmo de la última quincena.

Un lector atento.



Número LII: primera semana de septiembre

Un rostro frente al cristal

Alexander Irving nació en Buenos Aires el 12 de febrero de 1971, pero a la tierna edad de dos años abandonó la ciudad para volar definitivamente sobre el suelo de nuestro país. Gracias a las atenciones de su madre, que siempre le habló español de acento impecable, Irving puede manejarse a la perfección en dos idiomas y es él mismo quien elabora sus traducciones. Su primer libro de poemas, Mezcolanza (1991) sorprendió por la profundidad y lo acertado de su construcción, así como por su capacidad de enlazar temas aparentemente inconexos en innovadoras metáforas. Con una barba apenas insinuante, la fotografía de Irving sonrió al mundo desde todas las revistas especializadas y algún periódico sensible. Después no volvió a escribir poemas pero a lo largo de las dos décadas siguientes dio al mundo una colección de libros de relatos en tres tomos de idéntico título, Las nubes tras el alambre, y una novela inmensa de corte realista, Mi Menor. Algunos de los relatos poseen diminutas variaciones en la traducción que matizan su sentido y se complementan de un modo exquisitamente sutil. Actualmente, Irving vive con su mujer y se dedica a regentar su pequeña librería en la Plaza de la Independencia mientras escribe su nueva novela.
M. S. Quagmire. [Humo de un café, oscuridad tras las ventanas. La postura de Irving imita la caligrafía de una erre mayúscula.] Buenas noches, señor Irving.
Alexander Irving. [Vibrante.] Buenas noches. No sabe cuánto me alegra aparecer en un número de su revista.
M. S. [Vibrante múltiple.] La alegría es mía… Tiene fama de creador de microrrelatos de repente; ¿nos regalaría uno ahora mismo, para romper el hielo?
A. I. [Parpadeo, agitación previa a un estornudo.] Para romper el hielo, los escaladores utilizaron los nopalitos calientes que llevaban atados al avión.
M. S. ¡Qué mezcla deliciosa! ¿Aventura un título?
A. I. Opuntia. En realidad lo traía preparado.
M.S. No le creo, señor Irving. Dígame, ¿cómo va su novela?
A. I. [Se inclina hacia su mocca blanco, el vapor nubla sus ojos.] Precisamente ayer terminé otro capítulo; llevo unos quince. Los agrupo en series de cinco y cuando cierro una serie, los lanzo al aire y los ordeno según caen sobre el escritorio. Es mi pequeña aportación al arte moderno.
M. S. ¿Y cree usted que los lectores podrán entender la trama al configurarla de esa forma?
A. I. [Vierte canela en polvo con frenesí.] ¡No lo dude, señorita Quagmire! No olvide que las series sí guardan un orden: primero una, luego la otra y luego la otra. Usted más que nadie debería saber que es posible crear este tipo de estructura, ya sabe, arquitectura de laberintos. He leído mucho sobre el tema y por cierto, tengo que decirle que su artículo estaba bien documentado.
M. S. Muchas gracias…
A. I. ¿Casualidad encantadora o planificación?
M. S. [Borboteo del bolígrafo.] ¿Ha leído Rayuela, señor Irving?
A. I. Creo que ese es justamente el único libro que aún no he leído. Un fin de semana de estos me pondré a ello.
M. S. Y sin embargo, está en el escaparate de su librería con recomendación personal del vendedor.
A. I. Literatura comparada.
M. S. ¿No le asustan las comparaciones?
A. I. ¡Las comparaciones me encantan! Lo arquitectónico no me preocupa; además, mi libro cuenta la historia de una familia. ¡Difícil a veces distinguir al padre del hijo!
M. S. ¿Sabe ya cómo va a titularla?
A. I. Se llamará Albor. Ángulos. Vapor. Bártulos. Uno por cada serie. Pero así no, no lo escriba usted a renglón seguido, por favor. Debe ir en columna; déjeme.
M. S. [Controla mi bolígrafo. Los dedos calientes del café. Latidos fuertes: corazón simpático.] ¿Es… poesía?
A. I. Es una mezcolanza, pero me apetece volver a rimar. La vida en consonante tiene mucho más sentido.
M. S. [Líquida.] Arte mayor, señor Irving.
A. I. Sin cesura, señorita Quagmire.

Actualidad de escalofrío

El pasado lunes 3 de septiembre empezó a nevar en la capital. La primera mujer que salió a la calle y notó que los copos caían sobre su cabeza pensó que una bandada de pájaros finísimos estaba haciendo sus necesidades justo encima de ella. Los edificios tiritaban de frío, lo que provocó que los chicos de los recados derramaran el café y corrieran a situarse bajo los marcos de las puertas pensando que había un terremoto. Que el primer pensamiento ante un fenómeno natural sea en negativo es un síntoma del pesimismo que lleva unos días instalado en el país como un resfriado molesto.
El frío ha causado la muerte de dos personas, presumiblemente una pareja. Un barrendero los ha encontrado esta mañana junto a una boca de metro; declaró que en un principio le fue difícil reconocerlos porque estaban muy juntos y tenían la piel de un color azul violáceo. Estaban besándose –las investigaciones apuntan a que se despedían– cuando les sorprendió la congelación. Se encuentran unidos por los labios, con los ojos cerrados, y se abrazan con tal fuerza que ha sido imposible separarlos; las familias los enterrarán juntos.
A primera hora de la mañana, un grupo de personas que esperaba para cruzar en un paso de cebra en la zona de las tiendas de antigüedades no pudo aguantar la inflexibilidad del semáforo en rojo. Quedaron formando una hilera de estatuas en la acera hasta que los servicios sanitarios acudieron para llevárselos a los altos hornos. Aún hay esperanzas para ellos, nos contaba el médico responsable, aunque con las prisas, uno de los enfermeros golpeó la estatua de un joven anticuario ocasionando la caída y la consiguiente pérdida irremediable de su oreja izquierda.
La manifestación congregada para el mediodía frente al ayuntamiento no sirvió de nada: los copos continuaron cayendo impasibles ante las protestas de los manifestantes, que acabaron con el pelo mojado y las pestañas inmóviles. Mientras estas páginas se entintan, es muy posible que el gobierno haya anunciado ya que decreta el estado de hibernación. Para cuando lleguen al lector vespertino, el papel todavía estará caliente y al contacto con su piel, retrasará unos minutos la desconexión, de modo que podrá terminar de leer sin problemas. Ya a principios del siglo XX, el periodismo calentaba también a algunos pioneros en la moda de la ropa interior celulósica.
La sensación final será envolvente, el paisaje permanecerá flotando durante unos instantes (o quizá una eternidad) y el cerebro no sufrirá de agujetas.


COMPRO todo tipo de mantas: de bebé, de flores, escocesas, color negro, andinas, de piel humana de tribus amazónicas, made in China, remendadas por abuelas… Cuestión de vida o muerte. Pago bien.

CHICO BUSCA CHICA de cualquier edad para pasar las noches abrazados. Sin ningún compromiso, sólo deseo no volver a temblar solo en mi piso. Tengo pijamas de algodón para ti y una cama inmensa que estará completa contigo.
CHICA BUSCA CHICO para alcanzar equilibrio térmico aceptable. Imprescindible que tenga guantes y calcetines. Si tienes imaginación para calentarte, llámame. Prometo reacciones endotérmicas.



Número LII: primera semana de septiembre


Sus venas azules dilatan la alfombra

de piel de cobalto y la mueca que nombra

los últimos mundos se ahoga en rumor

cuajada entre el flujo del líquido en sombra.


No hay comentarios:

Publicar un comentario