“Un día, los hombres descubrirán un alfabeto en los ojos de las calcedonias, en los pardos terciopelos de la falena, y entonces se sabrá, con asombro, que cada caracol manchado era, desde siempre, un poema”. Alejo Carpentier.

lunes, 9 de mayo de 2011

SEGUNDO FINALISTA (G). Seudónimo: ALVARARO. Autor: JESÚS PADRÓS GALLARDO

ADRIÁN


A Belén, por su inspiración.

Para Ana, Ana-Mari, Montse y Merche. No sé otra forma de dar las gracias.

Recuerde el alma dormida,
avive el seso e despierte
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;

Jorge Manrique. "Coplas a la muerte de mi padre".


Supimos que te morías seis meses antes de tu fallecimiento. Nos lo confirmó el médico amigo de Ana, Carlos, después de casi diez minutos de rodeos: "lo hemos intentado todo, ya sabéis que el tumor podía evolucionar a peor"; y cosas por el estilo. Yo le pregunté si la operación no había servido para nada y, mientras me miraba de arriba abajo, me explicó que la operación no dio el resultado que se esperaba, que la enfermedad había cursado irreversible, y no sé cuántas cosas más, porque dejé de escucharle hasta que, poniéndome el brazo sobre mi hombro, me susurró al oído que lo mejor que podíamos hacer por ti era facilitarte tus últimos días de vida siendo más cariñosos, no llorando delante de ti y, sobre todo (aunque esto no me lo dijo), aumentado la dosis de las drogas que te administrábamos a diario. A menudo, hasta tres o cuatro veces al día.

Desde aquel momento, mi única obsesión fue estar contigo el mayor tiempo posible. Sabía que, de tus tres hijas, yo era la que tenía más tiempo libre, así que hablé con Fran y le dije que se encargara él de la casa mientras que yo, todas las tardes, al salir de trabajar, me iba corriendo a tu casa y me sentaba en el borde de tu cama a leerte algún fragmento de la novela que tenías sobre la mesa. En aquellos días te leía "Soldados de Salamina". No sé si te acordarás, pero es la historia de la búsqueda de la persona que perdonó la vida de Rafael Sánchez Mazas. Recuerdo que me la llevé a mi casa el día en que moriste porque quería tenerla cerca. Ahora la cojo de vez en cuando y la huelo: todavía conserva el aroma a "Otello" que usabas desde que mamá te la regaló cuando erais novios, mezclado con el tufo a cerrado y medicinas que había en tu habitación.

Recuerdo que charlábamos a menudo. Te acordabas mucho de tu infancia en la casa de tu abuelo en Ávila: "Pasábamos mucho frío, era una casa de tres plantas sin calefacción y en mitad de Gredos, pero tus tíos y yo éramos felices allí", me decías.

También me contaste que siempre habías odiado tu nombre -Manuel Jesús- porque, según tú, sonaba a telenovela; que, si alguna vez tenía un hijo, ni se me ocurriera ponerle tu nombre. Que le pusiera el de tu hermano Adrián, que se fue a América a trabajar y que siempre que podía enviaba dinero a tu madre. Me dijiste que era el mejor de los hermanos, que ayudó a sacar adelante a toda tu familia, pero que se mató en un accidente de avión en Colombia.

No fui capaz de decirte que yo conocía la verdad. Que sabía que no eras Manuel Jesús, que te llamabas Adrián y que cuando tu hermano Manuel se marchó a Cuba con la orquesta, dejando a mi madre sola, sin dinero y con tres niñas pequeñas, te hiciste cargo de las cuatro, nos quisiste como esposo y padre, nos diste estudios y nos educaste en el amor a los demás, te hicieran lo que te hicieran. "Todo el mundo tiene algo bueno", decías.

No sé si por respeto a tu hermano o por la educación que recibiste nunca te casaste con mi madre, ni nos adoptaste.

Falleciste el día 5 de enero de 2002, seis meses después de que el amigo de mi hermana nos dijera que no vivirías más de quince días. Hoy se cumple un año de tu muerte y hemos ido al cementerio a dejar sobre tu tumba una foto de nosotros tres, Fran, Adrián y yo, con una dedicatoria: "Hola papá, aquí nos tienes. Al pequeño no le conoces. Es Adrián, tu nieto".



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