“Un día, los hombres descubrirán un alfabeto en los ojos de las calcedonias, en los pardos terciopelos de la falena, y entonces se sabrá, con asombro, que cada caracol manchado era, desde siempre, un poema”. Alejo Carpentier.

miércoles, 11 de mayo de 2011

GANADOR (F). Seudónimo: MAYA. Autor: ÁFRICA PARDAVILA

COPOS DE NIEVE







- Deja de cantar Julie.


– Perdón.- Susurró Julie mientras abrazaba con aun más fuerza sus rodillas. Llevaba en esa posición durante una hora larga, no se había movido ni un milímetro, sentía los miembros entumecidos y agarrotados, pero aun así se veía incapaz de relajar la postura. Jack seguía cavando, ya no debía de quedarle mucho.


– No...-Jack paró de cavar unos segundos para alzar la vista hasta su pálida hermanita pequeña, a la cual a penas sacaba dos años y pico.- Perdona Julie, canta lo que te apetezca, menos esa canción, ¿de acuerdo? Es demasiado triste.


– Ya no quiero cantar, se me han ido las ganas.- respondió secamente.


– Bien.-Jack asintió, bajó la vista lentamente y siguió con su tarea, el agujero ya tenía casi un metro de profundidad por casi dos de largo y un poco menos de uno de ancho, pronto estaría listo.


– ¿Te falta mucho Jack? No me gusta este sitio...-Julie miró de reojo a la estepa nevada donde se encontraban, a unos treinta metros y rodeándoles por completo comenzaba el espeso bosque de pinos por el el que habían llegado. Un ráfaga de viento llegó azotando sus ramas y provocando el inicio de una nueva tiritona en la diminuta Julie. Jack volvió a levantar la cabeza.


– ¡Ya acabo! - Tiró la pala con la que había estado cavando por encima del agujero y luego se impulsó por uno de los bordes hasta conseguir salir. Una vez fuera del hoyo que le protegía del viento el frío se hizo mucho más intenso. - Me tenías que haber dicho lo congelada que estabas- Jack se acercó a Julie y le frotó los brazos en un intento de calentarla, luego giró la cabeza pesadamente para mirar a un bulto cubierto por la nieve, amorfo y sin vida, el cual se encontraba inmóvil a escasos dos metros de distancia y al que había estado intentando evitar durante todo aquel tiempo.- Espera aquí.- Dejó a la pequeña Julie acurrucada en el borde del hoyo y se acercó corriendo hasta el bulto. Procurando mirar lo menos posible quitó la nieve que se había ido amontonando encima, para después, con los dedos temblando, desabrochar botón a botón el pesado abrigo de armiño que abrigaba ya inútilmente el cuerpo sin vida de lo que una vez fue una persona. Una vez finalizada la tarea y con el pesado abrigo en la mano regresó corriendo junto a su hermana.-Toma, póntelo.


– ¡No quiero!-Julie le miró horrorizada.


– Julie...-Jack suspiró y le puso el abrigo por encima, luego la abrazó con fuerza para impedir que su constante tiritona lo hiciera resbalar.


– ¡No! ¡No quiero! ¡Jack! ¡No quiero!-Julie empezó a revolverse dentro del abrigo, Jack la abrazó más fuerte.


– Ya no le sirve para nada, y a nosotros sí, ¿o es que no tienes frío?


– Yo...-Julie le miró- La sangre...


– Lo sé. Pero tienes que quedártelo ¿De acuerdo?-Julie asintió secamente como única respuesta.-Ahora voy a regresar junto... -Jack tragó saliva- a ella, y cogeré su gorro, guantes, y todo lo que nos pueda ser útil, y tú no te quitarás el abrigo, ¿bien?-Julie volvió a asentir.


– Jack...


– ¿Si?


– ¿Esto está bien?


– Claro -Jack evitó mirar directamente a su hermana a los ojos, le revolvió el pelo cariñosamente y se levantó para dirigirse otra vez hacia el cadáver, el cual se encontraba parcialmente cubierto de nieve otra vez. Una vez a su altura procedió de la manera más impersonal posible a hurgar entre sus pertenencias, cogió todas las prendas de abrigo, se paró unos instantes preguntándose si darle los guantes a Julie o quedárselos él, decidió lo segundo, Julie cabía prácticamente entera dentro del abrigo, e incluso le arrastraba, a él le hacían más falta después de haberse dejado las manos cavando. Se puso los guantes y se guardó en un bolsillo interior de la chaqueta el dinero que había encontrado.


– ¿Jack?


– Ya voy, ¿no te habrás quitado el abrigo no? -Jack sonrió suavemente, quería calmar a Julie.


– No... Jack... perros.-Julie miraba fijamente a un punto perdido en la distancia. Siempre había tenido una vista mucho más aguda que la mayoría de la gente, Jack no necesitó mirar para saber que no se equivocaba, y como confirmación, a los pocos segundos empezó a oír el sonido de sus pisadas y algún ladrido, afortunadamente aún lejos.


– ¡Julie ayúdame!-Su hermana se le quedó mirando perpleja durante unos segundos, luego de golpe pareció salir de su aturdimiento y se levantó medio a trompicones para correr en su dirección. -¡Tenemos que enterrarla rápido!-Julie asintió. Juntos empujaron el cuerpo hoyo abajo, hasta que finalmente oyeron el golpe seco que producía contra el fondo. Julie empezó a echar la tierra que Jack había estado amontando al principio en un borde, Jack la miró sorprendido unos instantes y luego corrió a coger la pala y ayudarla.


– ¡Llegarán antes! ¡No nos dará tiempo Jack!-Julie seguía echando tierra al hoyo mientras una diminuta lagrima corría por su mejilla. Jack se dio cuenta de que era cierto, dejó la pala a un lado y comenzó a empujar el montón de tierra con su propio cuerpo, le repugnaba tener que realizar el entierro de aquella forma, pero era eso o dejarla a la intemperie. Julie no tardó mucho en imitarlo.


– Lo siento mucho Julie, lo siento...


– No es tu culpa.-Finalmente consiguieron empujar toda la tierra dentro del hoyo dejando el cuerpo totalmente cubierto. Manchados de polvo se pusieron a pisar la zona para compactar la tierra.


– Tenemos que irnos.- Susurró Jack una vez hubieron acabado, Julie cogió su mano.


– Espera. -Se acercó sin soltar a su hermano a la tumba y puso su manita sobre ella, la nieve la cubriría pronto.- ¿Qué vamos a hacer Jack?


– No lo sé.-Jack comenzó a temblar, se tapó la cara con la mano libre para que Julie no lo viese.


– Pero estaremos juntos ¿cierto?


– Siempre.-Jack la miró, dándose cuenta de que su hermanita de diez años estaba ahora más calmada que él.-Te lo prometo.


– Entonces estará bien.-Julie le sonrió.


– Julie.-Jack se agachó para estar a su altura.-Haré lo que haga falta para que estés a salvo. -Miró la tumba, ahora directamente y con seriedad.-Lo que haga falta.


– Lo sé. Te quiero Jack.


– Y yo a ti.- Suspiró profundamente y volvió a coger aire- Deberíamos despedirnos.


– Sí.-Ambos se levantaron y retrocedieron unos pasos.


– Adiós mami.


– Adiós mamá.


– Te queremos.


– Siempre.


– Siempre.-Susurraron ambos.






Ambos niños se giraron lentamente, se apretaron con fuerza las manos y salieron corriendo. Los ladridos de los perros y el sonido de pisadas de hombres cargados con armas se acercaban al claro, pronto llegarían hasta la tumba, la cual se encontraría cubierta completamente de nieve. No conseguirían seguirles el rastro hasta dos semanas más tarde.


lunes, 9 de mayo de 2011

GANADOR (G). Seudónimo: M. S. QUAGMIRE. Autor: ELENA LÓPEZ SILVA

ROTATIVA ESCARCHADA

M. S. Quagmire

Admirada señorita Quagmire:
Me gustaría halagar su artículo de la semana pasada sobre los períodos de floración. Yo tengo narcisos y siempre me ha costado mucho que lucieran tan tersos como los tulipanes de la vecina de enfrente. Decía usted que los plantase en otoño para que sus raíces se fortalecieran, pero he notado que estos días las temperaturas han bajado ligeramente y me he decidido, no se me vaya a pasar la fecha. Enviaré unas fotos a la redacción en primavera.

Una jardinera modesta.

Leída Quagmire:
Lamento tener que corregir su texto introductorio de la entrevista a Duncan Kincaid. No tuvo un hijo, sino dos, con su segunda mujer. El mayor, Robert, decidió seguir los pasos de su padre y dedicarse a la fotografía, como escribió usted. El pequeño, que tampoco fue mencionado en la entrevista, es meteorólogo y está especializado en huracanes (Charles Kincaid).
Entre este grave desliz en la documentación y su minucioso artículo floral, el último número quedó un tanto flojo comparado con el fascinante ejemplar de hace dos semanas, el del reportaje sobre la arquitectura laberíntica. La animo a recuperar el ritmo de la última quincena.

Un lector atento.



Número LII: primera semana de septiembre

Un rostro frente al cristal

Alexander Irving nació en Buenos Aires el 12 de febrero de 1971, pero a la tierna edad de dos años abandonó la ciudad para volar definitivamente sobre el suelo de nuestro país. Gracias a las atenciones de su madre, que siempre le habló español de acento impecable, Irving puede manejarse a la perfección en dos idiomas y es él mismo quien elabora sus traducciones. Su primer libro de poemas, Mezcolanza (1991) sorprendió por la profundidad y lo acertado de su construcción, así como por su capacidad de enlazar temas aparentemente inconexos en innovadoras metáforas. Con una barba apenas insinuante, la fotografía de Irving sonrió al mundo desde todas las revistas especializadas y algún periódico sensible. Después no volvió a escribir poemas pero a lo largo de las dos décadas siguientes dio al mundo una colección de libros de relatos en tres tomos de idéntico título, Las nubes tras el alambre, y una novela inmensa de corte realista, Mi Menor. Algunos de los relatos poseen diminutas variaciones en la traducción que matizan su sentido y se complementan de un modo exquisitamente sutil. Actualmente, Irving vive con su mujer y se dedica a regentar su pequeña librería en la Plaza de la Independencia mientras escribe su nueva novela.
M. S. Quagmire. [Humo de un café, oscuridad tras las ventanas. La postura de Irving imita la caligrafía de una erre mayúscula.] Buenas noches, señor Irving.
Alexander Irving. [Vibrante.] Buenas noches. No sabe cuánto me alegra aparecer en un número de su revista.
M. S. [Vibrante múltiple.] La alegría es mía… Tiene fama de creador de microrrelatos de repente; ¿nos regalaría uno ahora mismo, para romper el hielo?
A. I. [Parpadeo, agitación previa a un estornudo.] Para romper el hielo, los escaladores utilizaron los nopalitos calientes que llevaban atados al avión.
M. S. ¡Qué mezcla deliciosa! ¿Aventura un título?
A. I. Opuntia. En realidad lo traía preparado.
M.S. No le creo, señor Irving. Dígame, ¿cómo va su novela?
A. I. [Se inclina hacia su mocca blanco, el vapor nubla sus ojos.] Precisamente ayer terminé otro capítulo; llevo unos quince. Los agrupo en series de cinco y cuando cierro una serie, los lanzo al aire y los ordeno según caen sobre el escritorio. Es mi pequeña aportación al arte moderno.
M. S. ¿Y cree usted que los lectores podrán entender la trama al configurarla de esa forma?
A. I. [Vierte canela en polvo con frenesí.] ¡No lo dude, señorita Quagmire! No olvide que las series sí guardan un orden: primero una, luego la otra y luego la otra. Usted más que nadie debería saber que es posible crear este tipo de estructura, ya sabe, arquitectura de laberintos. He leído mucho sobre el tema y por cierto, tengo que decirle que su artículo estaba bien documentado.
M. S. Muchas gracias…
A. I. ¿Casualidad encantadora o planificación?
M. S. [Borboteo del bolígrafo.] ¿Ha leído Rayuela, señor Irving?
A. I. Creo que ese es justamente el único libro que aún no he leído. Un fin de semana de estos me pondré a ello.
M. S. Y sin embargo, está en el escaparate de su librería con recomendación personal del vendedor.
A. I. Literatura comparada.
M. S. ¿No le asustan las comparaciones?
A. I. ¡Las comparaciones me encantan! Lo arquitectónico no me preocupa; además, mi libro cuenta la historia de una familia. ¡Difícil a veces distinguir al padre del hijo!
M. S. ¿Sabe ya cómo va a titularla?
A. I. Se llamará Albor. Ángulos. Vapor. Bártulos. Uno por cada serie. Pero así no, no lo escriba usted a renglón seguido, por favor. Debe ir en columna; déjeme.
M. S. [Controla mi bolígrafo. Los dedos calientes del café. Latidos fuertes: corazón simpático.] ¿Es… poesía?
A. I. Es una mezcolanza, pero me apetece volver a rimar. La vida en consonante tiene mucho más sentido.
M. S. [Líquida.] Arte mayor, señor Irving.
A. I. Sin cesura, señorita Quagmire.

Actualidad de escalofrío

El pasado lunes 3 de septiembre empezó a nevar en la capital. La primera mujer que salió a la calle y notó que los copos caían sobre su cabeza pensó que una bandada de pájaros finísimos estaba haciendo sus necesidades justo encima de ella. Los edificios tiritaban de frío, lo que provocó que los chicos de los recados derramaran el café y corrieran a situarse bajo los marcos de las puertas pensando que había un terremoto. Que el primer pensamiento ante un fenómeno natural sea en negativo es un síntoma del pesimismo que lleva unos días instalado en el país como un resfriado molesto.
El frío ha causado la muerte de dos personas, presumiblemente una pareja. Un barrendero los ha encontrado esta mañana junto a una boca de metro; declaró que en un principio le fue difícil reconocerlos porque estaban muy juntos y tenían la piel de un color azul violáceo. Estaban besándose –las investigaciones apuntan a que se despedían– cuando les sorprendió la congelación. Se encuentran unidos por los labios, con los ojos cerrados, y se abrazan con tal fuerza que ha sido imposible separarlos; las familias los enterrarán juntos.
A primera hora de la mañana, un grupo de personas que esperaba para cruzar en un paso de cebra en la zona de las tiendas de antigüedades no pudo aguantar la inflexibilidad del semáforo en rojo. Quedaron formando una hilera de estatuas en la acera hasta que los servicios sanitarios acudieron para llevárselos a los altos hornos. Aún hay esperanzas para ellos, nos contaba el médico responsable, aunque con las prisas, uno de los enfermeros golpeó la estatua de un joven anticuario ocasionando la caída y la consiguiente pérdida irremediable de su oreja izquierda.
La manifestación congregada para el mediodía frente al ayuntamiento no sirvió de nada: los copos continuaron cayendo impasibles ante las protestas de los manifestantes, que acabaron con el pelo mojado y las pestañas inmóviles. Mientras estas páginas se entintan, es muy posible que el gobierno haya anunciado ya que decreta el estado de hibernación. Para cuando lleguen al lector vespertino, el papel todavía estará caliente y al contacto con su piel, retrasará unos minutos la desconexión, de modo que podrá terminar de leer sin problemas. Ya a principios del siglo XX, el periodismo calentaba también a algunos pioneros en la moda de la ropa interior celulósica.
La sensación final será envolvente, el paisaje permanecerá flotando durante unos instantes (o quizá una eternidad) y el cerebro no sufrirá de agujetas.


COMPRO todo tipo de mantas: de bebé, de flores, escocesas, color negro, andinas, de piel humana de tribus amazónicas, made in China, remendadas por abuelas… Cuestión de vida o muerte. Pago bien.

CHICO BUSCA CHICA de cualquier edad para pasar las noches abrazados. Sin ningún compromiso, sólo deseo no volver a temblar solo en mi piso. Tengo pijamas de algodón para ti y una cama inmensa que estará completa contigo.
CHICA BUSCA CHICO para alcanzar equilibrio térmico aceptable. Imprescindible que tenga guantes y calcetines. Si tienes imaginación para calentarte, llámame. Prometo reacciones endotérmicas.



Número LII: primera semana de septiembre


Sus venas azules dilatan la alfombra

de piel de cobalto y la mueca que nombra

los últimos mundos se ahoga en rumor

cuajada entre el flujo del líquido en sombra.


PRIMER FINALISTA (G). Seudónimo: RIMBOMBANTE. Autor: JORGE BARTOLOMÉ ARCILLA

SIN PALABRAS

La verdad es que nadie atendía ya a los refunfuños del charlista señor Charlista, que algunos tildaban, quizá injustamente, de charlatán.

- Os digo que no. ¡No, no y no! Eso es imposible. Totalmente inviable, irrealizable, impracticable… ¡Inalcanzable os digo!

Pero lo cierto es que entre los murmullos silenciosos de un público ausente, los ojos del observador señor Observador no cesaron de contemplar la escena.

- ¡Y también increíble, inverosímil, improbable y sumamente inadecuado!

Nada tenía sentido. Al menos eso era lo que erróneamente pensaba el ignorante señor Ignorante.

- ¡Esto es horrible y espantoso y horrible!

Y, entre tanta confusión, el curioso señor Curioso decidió profundizar en todo ese asunto.

(Pausa dramática).

El caso es que todo se originó por la típica discusión sobre contar y ser contado. Alguien (probablemente un señor charlista) sugirió una idea. Otro Alguien (probablemente otro señor charlista) sugirió exactamente otra cosa.

- Este es el maravilloso, extraordinario, sorprendente y asombroso cuento del cuentacuentos que creyó contar un cuento en el que un cuentacuentos creía estar contando un cuento cuando, en realidad, el propio cuentacuentos estaba siendo contado en un cuento.

El observador señor Observador parpadeó con un ojo y después con el otro para no perder detalle. El señor Ignorante (o quizás un señor curioso) preguntó cómo empezaba. El señor Curioso (o quizás un señor ignorante) pregunto cómo acababa.

- Obviamente empieza como acaba y acaba como empieza. Todo es nada y nada es nunca. Esa es la verdadera realidad de ser y no ser. Razonablemente irracional y absurdamente lógico, ¿no es verdad?

Pero fue demasiado. Demasiado para los observadores, que siguieron escuchando. Demasiado para los ignorantes, que prefirieron no escuchar. Demasiado para los curiosos, que decidieron prestar más atención. Sólo los charlistas tenían todavía algo que decir.

- ¡Plumón! ¡Chancleta! ¡Galletita! ¡Cráneo! ¡Lombriz!

El señor Observador cerró los ojos… y desapareció. El señor Ignorante aprendió algo… y desapareció. El señor Curioso tuvo miedo a la verdad… y desapareció. Todos se desaparecieron, se desvanecieron, se esfumaron, se evaporaron. Huyeron.

- ¡Necios cobardes! Mendrugos, catetos, zoquetes y tarugos es lo que sois. ¡Ya volveréis! Sí… Volveréis apenados, afligidos, compungidos, acongojados y profundamente amargados.

El señor Charlista les habría dicho nueve cosas, pero ya no quedaba nadie para escucharle. Y sin nadie para escuchar, un señor charlista desaparece. Aunque se resista. Aunque proteste. Aunque discuta. Aunque llore. Aunque calle.

(Pausa conmovedora).


SEGUNDO FINALISTA (F). Seudónimo: JOSÉ MARTÍ. Autor: MARTA RODRÍGUEZ TORRADO

WITH OR WITHOUT YOU

Ni siquiera el ruido de miles de gotas de agua cayendo sobre mi cuerpo puede apagar la voz de Bono que resuena por toda la casa a un volumen excesivamente alto. Salgo de la ducha y contemplo mi cuerpo en el espejo. Un cuerpo que muchos han calificado como de diosa. Una traviesa sonrisa aflora en mis labios al recordar la noche anterior. Me seco el pelo con el secador mientras sigo la letra de With or without you tan solo vestida con una fina bata de seda de Victoria’s Secrets. Cuando mi pelo está perfecto para mi estricto criterio, saco de uno de los cajones un pintauñas rojo y me dirijo a mi cuarto mientras la música sigue mi avance como un perrito faldero por toda la casa gracias a un avanzado sistema electrónico que sólo está al alcance de unos pocos.
Abro mi gigantesco armario y me dispongo a elegir. En el Upper East Side de Nueva York, una de las zonas más exclusivas del planeta, va anocheciendo y tengo que estar a la altura para no defraudar a la ciudad que nunca duerme. Finalmente de entre los cientos de vestidos que tengo, me decanto por uno negro, corto y ajustado con un delicado detalle de brillantes a lo largo de las mangas desde el hombro hasta la muñeca. Camino por la suave alfombra persa que cubre el suelo del apartamento, me miro en el espejo y hasta yo me quedo sin aliento, pero todavía me faltan los zapatos. Tras descartar lo que parecen millones de pares, al fondo del armario (como siempre) aparecen los adecuados para esa noche: unos Jimmy Choo de catorce centímetros de alto, de tiras negras que parecen hechos a medida para mí.
Vuelvo al baño para maquillarme y, tras tantos años, tardo apenas unos minutos.
Vuelvo junto al espejo y me dedico una última mirada para maravillarme conmigo misma. Estoy simplemente fabulosa, y no es que sea egocéntrica o presumida sino que es verdad: estoy fabulosa. Tengo treinta y dos años, vivo en un apartamento en Manhattan en el Upper East Side, tengo un armario del que podría salir ropa y zapatos suficientes para vestir a todo un país del África subsahariana, y soy extremadamente rica. Sonrío. Mando un rápido mensaje desde mi Blackberry a mi chófer que me estará esperando en la puerta en apenas unos minutos. Apago la música.
El eco de los tacones en el piso vacío es lo único que me acompaña hasta la puerta y el único testigo también de cómo cambio el sencillo anillo de oro por uno de plata con diamantes sin ningún significado universal. Recojo el bolso de una silla, echo una última mirada a la casa y salgo cerrando la puerta. Comienza la diversión.


Meto las llaves en la cerradura mientras él me besa suavemente el cuello. Un dulce escalofrío recorre mi espina dorsal. Sus cálidas manos rodean mi cintura en un ademán posesivo. Abro la puerta y mientras le dedico una sensual sonrisa tiro suavemente de su manga hacia dentro del piso. Él se acerca despacio y justo cuando está a punto de besarme…
- Buenas noches.
Aarón se queda completamente quieto al darse cuenta de que hay alguien más en la casa pero a mí no me pilla por sorpresa, es más, es justo lo que quería.
- Disculpadme si interrumpo algo pero esta es mi casa. Así que si no os incomoda tendréis que dejar la aventura para otro día.- dijo con una sonrisa taimada en los labios.
Captando la ira que se esconde tras ese tono relajado, y con la sorpresa por toda respuesta, Aarón, sale del piso cerrando tras él sin decir una palabra.
- Siento haberte aguado la fiesta, pero la reunión se canceló.- dijo Michael levantándose del sofá y acercándose a mí.
Me sujeta delicadamente por el codo para atraerme hacia él y me besa la mejilla con delicadeza. Huele a perfume de mujer, pero no me pilla por sorpresa. Cuando nos separamos veo reflejada en sus ojos la ira y la furia que le ha provocado verme con ese joven diez años más joven que yo. Una gran sonrisa ilumina mi cara al ver su dolor.
- No pasa nada.
- Espero que tuvieras su teléfono, tengo que reconocer que era muy guapo.
- No tanto como tú.- le digo seria, y es verdad nunca he visto a nadie que pueda si quiera igualar a Mike en ese aspecto, dentro del género masculino claro. Pero entonces recuerdo el motivo de por qué estamos así y le digo con una gran sonrisa de mujer – Pero no te preocupes, hay más como él ahí afuera que también quieren conocerme.
A pesar de que lo digo es verdad, sólo lo hago porque sé que le hace daño. Exactamente igual que él se mantiene cerca de mí para que pueda oler el perfume de mujer que recubre toda su camisa, tratando así de herirme.
Ambos nos quedamos sin nada que decir durante unos minutos. Hemos discutido miles de veces sobre ello y nunca lo hemos podido solucionar. Finalmente se quita la camisa y la tira al sofá intentando hacerme comprender que lo que ha pasado esa tarde queda fuera del piso, que lo quiere dejar atrás. Las lágrimas inundan mis ojos, aprecio su gesto pero lo ha hecho tantas veces… demasiadas. Se acerca con la tranquilidad que le caracteriza hacia mí y me abraza rodeándome por la cintura, primero con dulzura y después con ardor. Me pega a su cuerpo, me dice sin palabras que me quiere a su lado, que no quiere que le deje, que me ama. Pero esto es lo mismo de siempre. Las lágrimas ruedan por mis mejillas y él las limpia atentamente con su pulgar. No puedo soportarlo. Nos hacemos daño el uno al otro constantemente, todas las noches prácticamente. Se olvida de una cita, y entonces yo salgo hasta tarde. Le surge un viaje de negocios durante días, yo me compro los zapatos más caros que encuentro y salgo a estrenarlos. Vuelve con el perfume de otra mujer en el cuello por toda excusa, yo me traigo a otro hombre a casa. Siempre hiriéndonos, siempre buscando nuevas formas de torturar al otro.
Se separa de mí, y me mira significativamente sin soltarme la mano. Exactamente como yo he hecho hace unos minutos con mi conquista de la noche, ignorante de que sólo es un bailarín sin importancia en un ballet gigantesco que se lleva representando durante años. Tira suavemente de mí hacia la cama donde terminaremos haciendo el amor como siempre, como si eso fuera a solucionar todos nuestros problemas.
En la intimidad del dormitorio, abrazados en la cama y desnudos, en un momento de total sinceridad; le pregunto:
- ¿Cómo hemos acabado así?
- Nueva York nos ha vuelto así. El dinero, el poder, la fama…
- No, no ha sido la ciudad. No descargues la culpa de tus hombros tan fácilmente -ambos nos quedamos en silencio-. ¿Cuándo acabará esto?
- ¿Quieres que lo dejemos?, me dice sin mirarme, sin dejar de abrazarme, sin variar si quiera su respiración.
“¡Sí, sí quiero! Eso es lo único que quiero… No, no quiero eso… quiero que arreglemos esto, que lo hablemos y que entre los dos, y por todo los que nos ha unido, lo solucionemos para salvar todos esos recuerdos que hemos creado juntos.”
De pronto me doy cuenta de que esas fueron exactamente las palabras que le dije la última vez que lo discutimos y él me prometió que cambiaría. Y la vez anterior que lo hablamos fui yo la que prometí cambiar para no hacerle daño cuando él me explicó cómo se sentía cuando me veía con otro hombre. Y así hasta aquella vez en que me engañó y yo, cegada por la ira y en busca de venganza, me acosté con otro… y así hasta, hoy.
Entonces me di cuenta de que a pesar del largo rato que había transcurrido desde que me hizo esa pregunta, él no se había movido. Contenía la respiración, atento a mi respuesta. Asumiría lo que yo dijera como buen caballero que era y no protestaría. Uno de los dos tenía que dar ese paso, pero yo no tenía fuerzas suficientes para hacerlo. Ni si quiera quería hacerlo.
- No, no quiero que lo dejemos. No podría vivir sin el bolso que va a sacar Longchamp la temporada que viene. En Vogue ya han hablado de él.
Ambos nos reímos de mi broma, él me besó en la frente con cariño mientras frotaba mi espalda dándome las gracias.
Yo sabía que él no cambiaría, que antepondría su trabajo a mí y no dejaría de ver ocasionalmente a esas otras mujeres. Pero él sabía que yo no dejaría de ser superficial y materialista y que no podría dejar de lucirme en los bares más exclusivos de Nueva York. Pero también sabía que le quería, igual que él a mí.




GANADOR (B). Seudónimo: RA AMÓN. Autor: ASIER MERINO HERRÁN

JARPARS PERDIDO EN LA CIUDAD DE LOS FANTASMAS

Érase una vez un niño que se llamaba Jarpars Walroom que vivía con su familia muy feliz. A Jarpars le daban mucho miedo los fantasmas.
Un día los padres de Jarpars le mandaron a comprar pan, pero Jarpars se perdió en el camino porque era muy despistado. Pasó todo el día y no encontró su casa. Al anochecer, entró en un callejón sin salida en el que había un hotel raro, pero que muy raro. En la puerta había un cartel colgado lleno de polvo que ponía:

HOTEL OSCARBO

Es gratis

Así que Jarpars no lo dudó y entró en el hotel. En la entrada había un agujero negro que Jarpars no vio y cayó por él, apareciendo en una ciudad llena de fantasmas. El pobre niño se moría de miedo.
Jarpars se escondió detrás de una casa y vio un fantasma muy bajito, que de hecho era un niño de su misma edad. Jarpars se dio un susto de miedo. Cuando estaba a punto de gritar, el fantasma le dijo:
* Yo también he caído por el agujero negro hace seis días y también me he convertido en fantasma, igual que tú.
Entonces, Jarpars se miró las manos y se dio cuenta de que efectivamente era un fantasma, y dijo:
* ¡Nooooooooooooooo!
El fantasma se presentó, su nombre era Lapu. Quiso tranquilizar a Jarpars contándole que había oído que un mago fantasma había inventado tres pociones que hacían que un fantasma vuelva a ser persona y pueda volver al mundo de los humanos.
Entonces, Jarpars más animado dijo:
* Pues vamos a buscar dos pociones de esas.
Los dos nuevos amigos fueron donde vivía el mago y nada más entrar casi caen a un foso lleno de leones fantasmas. No cayeron porque rápidamente se agarraron al borde del foso y con gran esfuerzo consiguieron subir.
Después, las paredes de la habitación comenzaron a aproximarse para aplastar a los dos fantasmas amigos. Por mala suerte, no podían atravesar las paredes. ¡Menudos fantasmas!
Lapu vio un enchufe y le dijo a Jarpars
* ¿Tienes un cable?
Jarpars recordó que tenía uno en su bolsillo y se lo dio a su amigo. Lapu enchufó un extremo del cable en el enchufe y tocó la otra pared con el otro extremo del cable, entonces, la pared desapareció.
Los dos amigos se fueron por un pasillo muy, muy largo. Al final del pasillo se encontraron con el mago Chachán. Al lado del mago estaban las tres pociones mágicas.
Mientras iban caminando por el pasillo, vieron a otros fantasmas que también querían la poción mágica. En un momento, todos se lanzaron sobre las pociones, lo que provocó que una se cayera, se rompiera el frasco y el líquido se evaporara.
Jarpars y Lapu lucharon contra los otros fantasmas y los lanzaron por la ventana, no se hicieron nada porque usaron la sábana como paracaídas.
El mago dijo a los amigos fantasmas:
* Os daré las pociones si adivináis un ingrediente de la poción.
Los amigos fantasmas no sabían qué decir, estuvieron un rato pensando y se acordaron de los leones de la entrada. Así que finalmente dijeron:
* Melena de león.
El mago se sorprendió de que dos pequeños niños fantasmas hubiesen acertado mientras todos los fantasmas adultos y muy listos no lo acertaban, así que les dio las dos pociones que le quedaban.
Rápidamente, los dos niños fantasmas se la bebieron y cayeron por el mismo agujero negro por donde habían entrado a la ciudad de los fantasmas. Cada uno de ellos apareció en su casa. En la casa de Jarpars todos estaban levantados desayunando.
Al día siguiente, los dos amigos se echaban mucho de menos y también echaban de menos ser fantasmas.
La verdad, no se sabe si fue real o fue un sueño, pero a partir de entonces a Jarpars nunca le volvieron a dar miedo los fantasmas.

FIN



GANADOR (D). Seudónimo: BOLT. Autor: IRATXE ARAMBURU BARREIRO

MIENTRAS LA SELVA DUERME

La selva mientras duerme no es silenciosa, es una trampa mortal.
Recuerdo una tranquila noche de verano como tantas refugiado en mi árbol dormitando. Recuerdo ese olor húmedo y limpio de mi infancia y la sensación de que nada podría cambiar.
Los habitantes nocturnos buscan alimento aunque no todas las noches lo consigan. La serpiente voraz y sigilosa busca alimento entre las hojas; una musaraña bastaría por esta noche. El tigre, en cambio, acecha concentrado a un jabato, que no verá el siguiente amanecer. Escondido entre las hierbas intuyo al lobo compañero nocturno en esta selva sin descanso.
Me presento, soy aquél que busca algo nuevo entre tanta rutina: soy el leopardo, que finalmente caigo sin remedio en un sueño profundo.
Amanece, los rayos del sol se filtran sin prisa entre las hojas y una dulce brisa me acaricia la cara.
El pájaro charlatán despierta a todos los animales madrugadores. El mono busca fruta entre las ramas junto con su clan. Normalmente les acompaña una nube de mosquitos que de vez en cuando les chupan la sangre. Allí a lo lejos veo acercarse al pavo salvaje con sus crías; que salieron del cascarón hace tres días, pequeñas bolas de plumas que andan poco a poco uno tras otro entre la vieja senda. Conseguir alimento es un trabajo que les lleva todo el día.
Los animales ya han terminado su tarea y lentamente cada uno se vuelve a su madriguera.
Ya ha llegado la noche y noto como el frío me recorre el cuerpo y consigo oler un aroma que desconozco y poco a poco se hace más intenso. Yo lentamente me levanto de mi rama y veo como un hombre se acerca hacia mi casa, me doy cuenta de que es un furtivo y veo como a su lado de acompaña un perro, su fiel compañero.
Voy de árbol en árbol despertando a todos los animales, avisándoles de que un cazador se acerca peligrosamente a la selva. Todos corren en el mismo sentido intentando que no les coja el cazador furtivo, hay crías perdidas entre tanto alboroto.
De repente hay llamas por todas partes, una densa columna de humo nos desorienta, no consigo ver el horizonte, estoy perdido.
Siento una extraña sensación en mi nariz que me impide respirar, noto como una lágrima me resbala por el bigote. Necesito recuperar la calma, me paro unos segundos para entender lo que está pasando. Recobrado el control percibo a mi lado al mono y la serpiente. Me hago oír, no es el momento de competir entre nosotros, les esbozo una seña para que me sigan. Después de unos metros recorridos, percibo una salida allí a lo lejos vigilada por el furtivo.
El pájaro siempre soberbio e incauto sale volando y veo como de un disparo cae pesadamente al suelo. Tras él va el perro enérgico, como una bala con la presa en la boca se fija en mí. Su mirada penetrante y tranquila consigue ponerme nervioso. La pava y sus pollitos aprovechan para escapar, me aproximo al perro.

- ¿Por qué nos haces esto? Destruís una selva por cazar unos pocos animales.

- Trabajo para mi amo, soy un animal domesticado
Esta respuesta me irrita. - ¡Yo sólo quiero vivir tranquilo!
El perro no se inmuta, me doy cuenta de que no nos va a ayudar, me dirijo hacia mis compañeros.
Escapar es cuestión de elegir la estrategia adecuada, me convenzo de que somos capaces. Tenemos que trabajar juntos.
Sin embargo, el mono opta por escapar solo, va de rama en rama intentando escabullirse, lo diviso desde lejos, se balancea en una rama y en ese momento el árbol rompe y cae entre las llamas. Solo quedamos la serpiente y yo.
El perro se apiada y se dirige con cara nerviosa hacia nosotros como si nos quisiera dar una explicación – estoy dispuesto a dejar escapar a uno de vosotros-
-¡Todos o ninguno! – exclama la serpiente con aire ofendido. – Tranquila me quedaré yo, ya me las arreglaré – y me dirijo a otro lugar.
A pesar de su oferta y sin pensárselo dos veces, la serpiente se escapa, alegremente agradecida.
Ya no consigo respirara, me desvanezco en el suelo, veo a lo lejos una silueta que se va acercando lentamente a mí.
Abro los ojos y me doy cuenta de que estoy al lado del tigre y del lobo. Miro a mi alrededor y me fijo que todo está devastado. Miro hacia el frente, es el cazador que se dirige con su escopeta hacia nosotros.
Noto que no voy a aguantar mucho más tiempo y me doy cuenta de que merece la pena arriesgarse para salvar la vida de mis amigos. Me abalanzo sobre el cazador, mis amigos consiguen escapar entre tanto destrozo. Oigo un disparo, siento como corre la sangre, pero en el fondo de tanto dolor siento la alegría de haber salvado a mis amigos.

Sólo los buenos amigos se quedan hasta el final


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