“Un día, los hombres descubrirán un alfabeto en los ojos de las calcedonias, en los pardos terciopelos de la falena, y entonces se sabrá, con asombro, que cada caracol manchado era, desde siempre, un poema”. Alejo Carpentier.

lunes, 9 de mayo de 2011

FINALISTA (C). Seudónimo: SEPT. Autor: JORGE LUCENA

EL ENANO MARCIANO

Había una vez un planeta de enanos, bueno ellos no se consideraban enanos porque como eran los únicos habitantes de Almatiano (pues así se llamaba el planeta) no se comparaban con nadie. Las conversaciones en Almatiano eran aburridas porque siempre era algo parecido a:

-Buenos días Mengano.

-Buenos días Zutano.

-¿Qué tal tu hermano?

-¿Quién, Vitoriano?

-Sí, el paisano.

-Bien, ahora tiene vacaciones de verano.

-Me alegro. Adiós Mengano.

-Adiós Zutano.
Pero uno de los enanos, llamado Mariano, se aburría y decidió construir un cohete , y se puso manos a la obra. Buscó en googlano (el google de Almatiano) cómo construir un cohete y empezó a reunir los materiales y paso a paso construyó con sus tres manos un auténtico cohete. Bueno en verdad era una chapuza, porque como se le había gastado el metal y todos sus ahorros tuvo que hacer los últimos retoques con papel higiénico, pero por el resto...

Bueno, lo importante era que ese cohete-chapuza volaba (al menos llegaba hasta el techo del garaje de casa de Mariano). Lo malo era que Mariano no sabía cómo contarle a su madre que se iba a ir a vivir mundo, bueno a vivir universo. Al final decidió contarle exactamente lo que iba a hacer, así que se fue a ver a su madre y le dijo:

-Me voy hacia Urano.

-¿Cómo harás eso, Mariano?

-Con el cohete hecho por mi mano.

-¿Pero te vas con tu hermano?

-No, me voy solo como un gitano.

-¿Crees que será sano?

-Si no lo es que me quede huérfano.

-Pues hale, te veré en verano.

-Vale, dile a papá que no se quede anciano.

-¡Buena suerte Mariano!

Y así Mariano se fue a su casa, preparó el equipaje y bajó al garaje. Allí preparó el cohete-chapuza y empezó la cuenta atrás. Cuando iba por el 4 se dio cuenta de que todavía estaba en el garaje, y le dio al botón de parar la cuenta atrás. Así que tuvo que llamar a una grúa para sacarlo de ahí y llevarlo a un descampado. En la segunda cuenta atrás, ya pudo salir y un cuarto de hora después, pasó la capa de ozano y casi se choca con un asteroidano.
Dos días más tarde tuvo que dar pedales para no quedarse quieto, porque Mariano pensaba en todo y se había dado cuenta mientras hacía el cohete que se le iba a acabar la gasolina y había instalado unos pedales para cuando se quedase sin combustible.
Tres meses más tarde vio un planeta azul como una esfera, con un planeta enano blanco dando vueltas a su alrededor. Decidió ir hacia ese planeta azul por tres razones:

1. Si había ido a visitar otros planetas y no se bajaba al primero que viera, sería de tontos.

2. Se estaba cansando de dar pedales.

3. Y sobre todo, porque mientras pensaba esto se estaba comiendo el último bocado de las provisiones de comida.
Así que Mariano fue hacia la Tierra (aunque él no sabía que era la Tierra y que el planeta enano era la Luna) y atravesó la capa de ozono (esta vez era de ozono, no de ozano). Aterrizó en un gran lago. Entonces Mariano exclamó:
-¡Es un pantano que parece un océano del tamaño de un gran aeroplano!
Nada más salir del cohete se encontró a un niño con la boca abierta mirándole como si le fuera a hipnotizar. Mariano avanzó hacia él pensando que saldría corriendo, pero en vez de eso empezó a reírse; cuando Mariano quiso saber por qué se dio cuenta de que se estaba cayendo al agua, ¡no se acordaba de que todavía estaba en el cohete!

El niño, cuando dejó de reírse, le gritó:

-¡Que te mojas!

Cuando Mariano consiguió salir del lago le dijo:

-¿De dónde vienes?

-De un planeta muy lejano.

-Ya, seguro que es de Villafuente de abajo.

-Que no, que vengo de Almatiano.

-¿Y eso qué es? ¿Una discoteca nueva?

-Como ya te he dicho es un planeta muy lejano.

-Aaaah. O sea que eres un extraterrestre.

-Sí. Y tú eres un humano.

-Claro, tío.

-No soy tu tío, eso es si tu padre tiene un hermano.

-¿Y entonces tú que eres para mí?

-Un amigo, pero no un hermano.

-Vale ¿Quieres venir a mi casa como un amigo?

-Te contesto de antemano.

-¿Si?

-¡Te sigo, humano!

Por el camino el niño le dijo:

-Por cierto, amigo extraterrestre, no me llames humano, porque me llamo Juan.

-Vale. Yo me llamo Mariano. Ya no te volveré a llamar humano si tú no me llamas amigo marciano.

-Hecho.

Después de darse la mano, Mariano dijo:

-¡Qué guay, ahora son amigos un almatianense y un humano!

Juan estaba contento porque tenía un nuevo amigo pero se estaba cansando de que Mariano siempre hablaba acabando en -ano y decidió decírselo mientras merendaban, le dijo así:

-Oye Mariano, ¿siempre hablas de esa manera?

-¿De qué manera, Juan, mi amigo pero no hermano?

-Siempre acabando en -ano.

-Pues desde pequeño me enseñan a hablar así, como cualquier anciano, como mi hermano, como mi tío el aldeano, como mi padre el artesano y como cualquiera que haya nacido en Almatiano.

-¿Y no sabes hablar de otra manera?

-No, amigo valenciano.

-¡Ves! Me pone de los nervios.

-Vale, lo siento cristiano.

-Pfffff. No lo soporto más.

-Pues si quieres no vuelvo a abrir la boca, como un gusano.

-Hombre, tampoco es eso.

-Pues ¿qué hacemos, cara rábano?

-Puedo probar a enseñarte a hablar normal.

-Podemos probar, amigo cercano.

-Vale. A ver, vamos a empezar a decir una sola palabra, aunque sea sin sentido.

-Ábano.

-¡Pero que sea sin acabar en -ano!

-¿Qué palabra digo, tertuliano?

-Di, por ejemplo mi nombre.

-Jjjjjjuuu...¡Ay!, no lo consigo, cara plátano.

-Pero ibas bien, hay que seguir intentándolo. ¿Quieres un vaso de agua?

-Sí, gracias sevillano.

Juan fue rápido a la cocina y cogió dos vasos y una jarra llena de agua. Cuando volvía oyó unos ruidos:

-Jjjjjuuuuuuaaa...

-Venga, venga sigue un poco más.

-Jjjjjjjuuuuuuaaaaaannnnnn. Jjuuaann.¡¡¡JUAN!!!

-¡Bien! ¡Bravo! ¡Lo has conseguido!

-Juan, Juan.

-Ahora mismo hacemos un brindis por tu éxito.

-Por nuestro éxito, querido amigo.

-Y hasta ya consigues decir frases sin -ano.

-Claro, ahora nos vamos de excursión, hacemos un fiestón y comemos pan con jamón.

-¡No empieces ahora con -ón!

-Epa, que era un broma tío.

-No soy tu tío, soy tu amigo humano.

-¿¡Pero no habíamos quedado en que no te podía llamar humano!?

-Me estás empezando a liar.

-Es que estoy muy contento.

Después de merendar y reírse mucho, Mariano le dijo a Juan:

-Lamento tener que decir esto, pero me voy a quedar aquí una semanita y después me iré otra vez a mi planeta.

-A mí también me da pena, pero entiendo que tengas que irte.

-Gracias por entenderme, Juan, pero gracias a ti en Almatiano seré un héroe.

-¿Por qué?

-Porque seré el primero que pise otro planeta aparte de Almatiano. Además seré también el primero que hable sin acabar en -ano.

Cuando pasó la semana, los padres de Juan ayudaron a Mariano a llenar su depósito.

Juan y Mariano se despidieron con un fuerte abrazo.

-Te echaré de menos, Juan.

-Yo a ti también, Mariano.

Al final, cuando Mariano se fue, Juan se quedó mirando el cohete hasta que ya no se veía.

Y así fue como un almateniense y un terrícola se hicieron amigos.

Y al final Mariano se encontró con su hermano en Almatiano, se dieron la mano y vio a su padre, que no estaba anciano.


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